Aburrimiento. [Lesther] [+18]

Un quejido escapó de sus labios, y tembló. Una oleada de dolor y placer mezclados le recorrió, y se apegó más al cuerpo ajeno, necesitando su apoyo más que nunca.

-A...ah...

Cerró los ojos y sencillamente se dejó hacer. No peleó, no reclamó.

No estaba pensando bien, en definitiva.

Lamió y succionó la sangre de la herida, no dejaría escapar de ella una mísera gota de aquel valioso líquido carmín. Respiraba fuerte contra la piel del chico sintiendo como en su cuerpo circulaba aquella sangre viva. Le revitalizaba, le volvía a encender no solo las mejillas, sino también su intimidad casi en contra de su voluntad.

No se estaba cuestionando nada, el porque del joven, lo que vendría después, nada de eso cruzaba su mente más que el éxtasis de beber.

Solo cuando consideró que era suficiente como para no dejar aturdido al muchacho se separó, aún jadeando. No sin antes lamer la herida hasta detener la hemorragia. No emitió palabra, solo se quedó abrazándolo fuerte e íntimamente en un cálido silencio.

Se sentía encantado por el mayor, y no se cuestionó en ni un sólo momento qué estaban haciendo. Ni le cruzó la cabeza el que bebiera su sangre de su cuello.

Sólo por un momento, deseó que le hubiera dejado desmayado.

Apoyó su frente en el hombro de Lesther, e inhaló su aroma, temblando, mareado. Suspiró y se apegó más, sin miedo, extrañamente. No se sentía ebrio como antes, si no que mucho más despejado, aunque sin duda también más cansado y agotado por todo lo que había pasado mentalmente.

Sintió la cálida erección del pelirrojo contra su cuerpo, y una de sus manos viajó hasta ella, acariciándola suavemente, de arriba a abajo, sin pedirle permiso.

Él mismo, una vez más, comenzaba a excitarse.

Apretó sutilmente sus uñas contra la piel de su espalda al sentir la caricia en su entrepierna. Le tomó completamente por sorpresa. Esperaba la lluvia de preguntas, el miedo, el terror o el rechazo, cualquier cosa antes de esa acción, más aún con lo que había pasado anteriormente.

¿Qué debía hacer?

No dijo nada, tampoco se movió, ni levantó la cabeza del cuello del pelinegro. Simplemente continuó jadeando sintiendo de a poco una leve molestia entre sus piernas, quizás por la presión de la tela o la simple excitación de su miembro.

-No lleguemos tan lejos esta vez... -Susurró, más calmado, pero mareado. Mantenía sus grisáceos ojos cerrados, mientras tanteaba por sobre la tela la firme erección.
Buscó sus labios, ansiando sentir el latente sabor a sangre. Lo besó, y eso fue lo que sintió.

Arriba, abajo.

Luego su mano se coló por bajo de la ropa con dulzura, tanteando todavía, quizás, un tanto torpe, pero no por eso dulce. Le soltó el pantalón, y bajó un poco su ropa interior.
Tocó la ahora cálida piel, casi rozándola, tentándole de cruel manera. Jugueteó con la punta, sus dedos ahora más hábiles y confiados, juntando calor con calor.

Le respondió el beso con la misma suavidad, pero evitando, de alguna manera, su mirada. Tenía miedo de hacer cualquier cosa, no quería estropearlo una tercera vez.

Su cuerpo tembló con fuerza al sentir sus cálidos dedos jugando con su erección, como si estuviera mucha más sensibilizado de lo normal. Ahogó un gemido en su garganta siendo incapaz de responder tales caricias. Tan solo mantenía el abrazo y el jugueteo suave de sus dedos en la espalda del chico.

Asintió cuando escuchó la decisión de no ir tan lejos. Estaba de acuerdo, fuera lo que fuera no iba a sobrepasarse. Le dejaría ir a su ritmo, hacer lo que él quisiera.

Le gustaba la suave manera en que lo estaba tratando ahora. No le forzaba, y parecía haber aceptado de buena gana su única condición.
Le ardía el cuello, y un poco su lengua, y a causa de esto temblaba contra el cuerpo ajeno, tan sólo un poco, conteniéndose. No era grave, tampoco.

-Hn...

Suspiró entre sus labios, deteniendo el beso, para respirar un poco, y enseguida lo renaudó, una vez agarrado el aliento.

Las caricias prosiguieron más firmes, suaves, hábilmente buscando sus puntos sensibles. Subía y bajaba, lo rodeaba con los dedos, y apretaba delicadamente. Aumentaba la velocidad, y luego la bajaba hasta casi quedarse quieto.

Disfrutaba de las caricias, pero no era su intención llegar a correrse en los dedos del chico, sería desagradable para este. Sin embargo estaba disfrutando el momento, lo pararía cuando sintiera que se acercaba al límite.

Por su parte se decidió a seguir besando el cuello y la piel a la que tenían acceso sus labios. Al menos eso podía hacer sin sentirse culpable. ¿Verdad?

Bajó la otra mano, y se acomodó para seguir tocándole. Su frente seguía apoyada en el cuerpo ajeno, y a pesar de los besos, no abría sus ojos, o si lo hacía, lo hacía muy poco, con un poco de vergüenza de verle.
Apretó suave la base con su mano izquierda, acariciando levemente los testículos, sus finos dedos hurgueteando más allá de donde podía ver.
Lamió sus dedos de la mano derecha, para lubricarlos y así masturbarlo mejor. Comenzó, entonces, a subir y bajar más rápidamente, deseando más que nada escucharle gemir en su oído.
Que le gustara, el tacto. Que le gustara a él también, que le gustaran sus gemidos y su cuerpo temblando.

Quería gustarle. Tenía que intentarlo.

Al sentir su mano húmeda tuvo un pequeño sobresalto y a pesar de que lo intentó esta vez no logró reprimir el gemido mezclado con un suspiro tras volver a relajarse. Aquel chico sí sabía lo que hacía y lo hacía muy bien, pero siempre manteniendo ese cuidado. Era cálido.

Mh... Ah... -de a poco dejaba salir los sonidos de su boca, bajos, suaves, levemente mas roncos que la voz del humano, pero a un volumen que solo su acompañante podría oír. Continuó bajando con besos hasta donde la ropa del chico le permitió, logrando al menos dejar una suave marca en la clavícula, pequeña pues consideraba que tendría suficiente con la mordida de su cuello.

Estaba tentado de devolverle las mismas caricias, pero no estaba seguro de poder hacerlo, asi que se limitó a acariciar sus piernas hasta llegar a sus caderas, volviendo a bajar hasta un poco antes de las rodillas. Estaba temeroso, pero se negaba a pensar de más.

Gimió suavemente con sus besos, por la situación. Estaba comenzando a excitarse más y más.

-Sigue...

Susurró, no con miedo, pero aún así algo avergonzado. Él le diría cuando parar, hasta donde llegar. Así sería mejor. Así no temería, no se asustaría por la agresividad de la rapidez.

Porque no importaba qué tan lento fuera el otro, para él siempre era demasiado rápido.

Los gemidos ajenos le hicieron estremecerse.

Asintió en silencio nuevamente con a penas un movimiento de cabeza. Abrió sus prendas con lentitud, incluyendo su pantalón para darle libertad al miembro del joven, comenzó a acariciar su entrepierna con mucha suavidad, masajeando lentamente mientras llenaba de besos dulces su torso. Se mantuvo así bastante rato hasta que decidió introducir su mano bajo la tela y apoderarse de su miembro, esta vez siendo su toque mucho más cálido.

Rozó la punta con las yemas de sus dedos, estaba a penas tanteando al comienzo, pero poco a poco tomó la confianza para comenzar a devolverle las mismas caricias masturbándole a un ritmo más lento que el suyo pero que progresivamente se asimilaría.

Tembló suavemente al notar como le tocaba una vez más, pero con mucha más dulzura, como si anduviera con cuidado tocándole.

-¡Ah...!

Gimió muy cerca de su oreja. Buscó sus labios, sintiéndose atraído hacia él. Estaba mareado, sin duda, y un tanto cansado. Lo besó con dulzura, para luego bajar por su cuerpo, suave, lento, hasta llegar al miembro ajeno.

Le devolvió el beso con la misma suavidad, cuidando sus colmillos y autocontrolando su pasión, sabía que por alguna razón debía ser cuidadoso, debía ser dulce, quería cuidar a aquel muchacho que, de alguna manera parecía muy frágil. ¿Quizas era el hecho de ser humano? No... había algo más... pero no sabía bien como describirlo.

Le tomó por sospresa el verlo descendiendo por su cuerpo, provocandole un fuerte sonrojo en el rostro.- Ah.. mi señor... -le acarició el cabello y por detras de las orejas, inseguro si permitirle hacer lo que planeaba.