Aburrimiento. [Lesther] [+18]

N-no me iré - le aseguró, pero estaba inseguro de como actuar. no entendía que había ocurrido.- no podría dejarle aquí abandonado o algo así, mi señor... Haré lo que me pida... pero por favor deje de llorar. -dijo con cierta angustia en el pecho.

Se sentó a su lado y suavemente comenzó a acariciar su cabello esperando que no le molestara demasiado. Solo ahí notó que su propia mano estaba temblando. ¿Desde cuando era tan susceptible a sus propios nervios?

Dio un suspiro intentando controlar cualquier instinto, luego vería como solucionaba sus conflictos internos.

Se puso a llorar más fuertemente. ¿Qué le sucedía?

Lo sabía perfectamente. Todavía podía sentir sus toques en su blanca piel, sus besos sucios en su boca, sus manos enfermizas sobre sus piernas.

-No digas eso... Y... y si te digo que me mates...?

Lo miró sorprendido y se quedó con sin habla por un momento. Luego tomó su mano con delicadeza y le besó el dorso.

-Lo haría... si es su deseo, si es su orden... lo haría... -sin notarlo comenzó a ver un poco borroso y rojizo, poco a poco sintió como las lágrimas carmines caían de sus ojos sin permiso. El tema de la muerte realmente era algo que no sabía llevar. Que le destrozaba por dentro como a un niño pequeño.

-Pero confío en que usted no me pedirá algo tan cruel ahora... confío en que puedo hacer algo más que eso para remediar lo ocurrido.- Atinó a limpiar su rostro antes de que el otro pudiera verlo, después de todo era una escena no muy agradable. No le importaba manchar su camisa, no le importaba nada. Solo sentía una irremediable angustia en el pecho que tampoco sabía explicar bien.

-¿No?

No, claro que no lo haría. No deseaba morir, después de todo. Claro que no, eso sería algo horrible.

O tal vez no.

Suspiró.

-L..lo lamento Lesther... De verdad... -Un sollozo le detuvo, y tembló. ¿Porqué lo sentía tanto? pensó, si de todas maneras era un desconocido con el cual se estaba acostando... O al menos, podría decir que lo había intentado.

Se giró a verle, y descubrió su cara. Le vio con la cara un tanto rojiza, y se extrañó. ¿Qué le había pasado?

-¿...Lesther?

¿Acaso era sangre?

No había esperado que el chico se volteara, con rapidez intentó ocultar su manga pero sabía que su rostro estaba un poco manchado también, no solo eso, corría el riesgo de que su maquillaje se corriera y sería todo un poco más caótico.

-Eh... ah, lo siento... ya vuelvo mi señor. -dijo poniéndose de pie para dirigirse al baño, debía limpiarse. Luego podía aludir la mancha de sangre en su ropa como si fuera sangre de nariz o algo similar.

¿Ah? ¿Qué era lo que ocurría? Thomas no se encontraba totalmente en sus facultades -es más, estaba más imbécil y llorón que nunca- mientras observaba como Lesther se levantaba e iba al baño.

"Qué bizarro."

-¿Lesther?

Repitió, sin comprender nada.

Era sangre ¿no?

-No tardo mi señor! -se encerró en el baño y se limpió el rostro, cuidando de no pasar a llevar su maquillaje. Al cabo de unos minutos volvió con thomas, minutos que le dio a él también por si deseaba cubrirse, arreglar sus ropas o simplemente salir de la cama.

-Lamento aquello, fue un inoportuno sangrado de nariz. -se disculpó con una suave reverencia intentando disimular lo mejor posible.

-¿Como se encuentra usted? -preguntó con la sutileza y el respeto habitual.

-¿En los ojos?

Lo miró serio, todavía desnudo encima de la cama, sin pudor. Estaba todavía un poco ebrio, el garçon. Suspiró suavemente.

Le causaba curiosidad ése hombre. No era normal, eso era obvio.

-S-solo me manché el rostro - Se excusó, viéndose en una encrucijada, sin embargo había procurado limpiarse con rapidez antes de que el muchacho se volteara, esperaba que le creyese o todo se complicaría más.

-No ignore mi pregunta por favor. -insistió acercándose de nuevo a él, sentándose en la orilla de la cama.- ¿Se encuentra mejor?

-No te creo...- Susurró, tembloroso, sin ser capaz de responder la pregunta correctamente. No podía, porque no sabía. No tenía ni idea, a decir verdad.

Y eso le diría.

-No sé como estoy...

Suspiró levemente.

-Qué mas va a ser si no, solo fue un poco de sangrado mi señor, nada de lo que deba preocuparse. -le dijo intentando sonar convincente.

Se sorprendió ante la respuesta dada por el otro. ¿No sabía? ¿No sabía de su propio estado de ánimo? Suspiró pesadamente, al parecer él tampoco iba a decir qué había ocurrido. Sin quererlo ambos habían puesto un muro frente al otro, cosa natural tratándose de dos completos extraños.

-¿Desea regresar?-

Se rió levemente, amargado.

-No suenas para nada convincente, Leees~

Sí, estaba ebrio después de todo. ¿Pero no era que ellos no mentían? Claro que no. Thomas no era un mentiroso, al contrario, solía espetar todo tipo de cosas a la cara.

-No por ahora...

Se acercó a él lentamente.

-Ni usted suena convincente para mi. -dijo con un tono bastante serio mientras veía como el pelinegro se le acercaba. No retrocedió, es más, ni siquiera movió un músculo de su cuerpo aunque no comprendía cuales eran las intenciones del chico.

-¿Mi señor? -alzó una ceja ante la duda, la verdad es que no comprendía el comportamiento del humano, suponía entonces que debía asumir que esa controversia era un efecto del vino, pero jamás pensó que el chico había quedado tan ebrio, si lo pensaba detenido... claro, se había bebido una botella solo.

-Me interesas.

Le susurró al oído, limpiándose luego las lágrimas que quedaban en su dulce, suave cara. Le sonrió de una manera casi imperceptible, como si fueran sus ojos, no su boca.

-Lo lamento...

-Está bien... -le miró a los ojos por largo rato para luego agregar- A penas me conoce, y a penas le conozco yo mi señor, es normal que no digamos todo. -suspiró nuevamente, esta vez apartando la mirada de aquel joven. Sí, de seguro le "interesaba", era un tipo excéntrico a ojos de cualquiera después de todo, causaba curiosidad su apariencia y más aún debía inquietarle al otro las habilidades que había mostrado como mago, no como uno cualquiera sumándole el último incidente de la sangre.

- A mi usted me gusta, pero creo que por ahora deberá ser una sana devoción. -le sonrió con cierta resignación, no iba a insistir en acostarse con él ni lo volvería a intentar. Ni siquiera estando el muchacho borracho, sobrio o drogado.

Lo miró entristecido, para luego girarse.

"Sana devoción"

Siempre terminaba de alguna manera parecida. Así jamás iba a superarse a sí mismo, a superar a su padre. Nunca cambiaría. Suspiró, para luego levantarse y buscar su ropa, para comenzar a vestirse de torpe manera. Las lágrimas comenzaron a rodar por sus ojos una vez más.

No comprendía nada, ¿de nuevo había dicho algo incorrecto? Por más que intentara forzar su mente no lograba comprender al chico. ¿como iba a hacerlo si a penas sabía su nombre?

Le miró vestirse, mas no se movió de su lugar, tan solo su mano apretó con frustración las sábanas de la cama. Así que al final todo esfuerzo fue en vano, ni siquiera había cumplido su objetivo principal que era alimentarse.

Solo entonces recordó su sed. Como si de pronto un impulso le obligara a encorvar la espalda, sentía un latido fuerte en la cabeza, molesto, insistente. Intentó no darle importancia, al parecer el joven ya deseaba regresar.

Se terminó de vestir. Iba a comenzar de nuevo. Se sentó a su lado, y suspiró.

-Lamento lo que acaba de suceder... -Vió que algo le sucedía al joven, y se preocupó un poco.- ¿Qué sucede?

Se acercó hasta tocarle con los hombros, y alzó una de sus manos para tocarle los labios.

-N-no... está bien. -susurró a penas, estaba concentrado en controlar el instinto que sentía, la sed, la excitación, la necesidad, absolutamente todo se juntaba y le nublaba la mente.

Sus labios temblaron al sentir el sutil toque, quería rechazarle, quería alejarlo por su propio bien, pero no pudo. Entreabrió la boca dejando entrever sutilmente sus blancos y ahora, por la sed, prominentes colmillos.

No se asustó. Algo había en él que le atraía mortalmente, que le hacía desearlo, pese a todo sus miedos y reservas.

Quería que lo besara.

Se comenzó a acercar suavemente, estirando su cuello a él.

Jadeó suavemente al percibir la cercanía, sin embargo fue incapaz de moverse. Si aquel joven quería ir a la boca del león que lo hiciera, el no iba a lanzarse a atacar. Ya mucho le había costado aparentar ser un simple mago, escondiendo sus deseos, su sed. Ahora no podía negar aquello pero trataba de no potenciarlo tampoco.

Su mirada se relajó al igual que algunos músculos de su cuerpo, se sentía sutilmente hipnotizado por aquel joven de cabello negro.

Lo besó suavemente, sentándose a horcajadas encima suyo. Lo abrazó a la altura del cuello y le atrajo más en el besó, profundizándolo, sin dejar nunca la suavidad de lado.

Podía sentir a la perfección sus colmillos.

-H-hm...

Se estremeció ante el contacto, ahora sí no tendría como justificar el frío inhumano de su cuerpo acrecentado mucho más que antes.

Mh... -le tomó por la cintura y sin darse cuenta comenzó a intensificar el beso, hambriento, ansioso, buscaba el calor de su lengua, tentado a morderlo, jugaba con la propia para explorar su cavidad. Se volvió un beso aún suave, caballeroso, pero necesitado, apasionado.

Haciendo que pareciese una casualidad le obligó a pasar la lengua por sus colmillos logrando un pequeño rasguño en aquel músculo. Las pequeñas gotas de sangre le hicieron abrir los ojos, iba a perder el control, estaba seguro.

El sabor metálico de la sangre inundó su boca, y eso le excitó más. Tembló y se apegó más a su frío cuerpo. No parecía humano.

Por el momento, por la sangre y porque todavía no pensaba bien, susurró:

-M-muérdeme...

Sin ser consciente del movimiento de su propio cuerpo se dejó llevar por el impulso de aquella invitación. Se separó de sus labios y sin darse cuenta se encontraba lamiendo y besando la zona de su cuello como si fuese el más exquisito manjar. Sus manos recorrían aquel cuerpo con fervor, mas no con rudeza. Aún si perdía la cabeza no dejaba de ser el caballero que era, solo que evidentemente parecía más ansioso y desesperado.

Coló nuevamente sus manos bajo la ropa del chico, lo hizo porque básicamente no estaba pensando. Los jadeos por su parte se intensificaron y solo se detuvieron cuando deliberadamente enterró sus colmillos en el cuello ajeno.

Aquello era un elixir.