Paseo anual [libre]

Me adentré en la zona de comercios para darle inicio a mi paseo anual.
Cada año salía a recorrer algún sitio de la ciudad que solía visitar siendo humano; antes lo hacía por necesidad, ya que anseaba volver a sentirme... con vida... pero con el tiempo se volvió un simple pasatiempos que ayudaba a desvanecer mi constante tristeza.
Me acerqué animadamente a una tienda de ropa, observando ensimismado los trajes, extendiendo la mano para acariciar la tela. Se notaba la calidad a simple vista, pero tenía la manía de tocar la tela de las prendas, que despedían un perfume especial... El perfume a ropa nueva, sin estrenar.
Si tuviera dinero, lo habría comprado inmediatamente. Tal vez ni lo usara... pero me gustaba tenerlo cerca, hasta que perdiera el aroma y la vejez lo volviera inusable. Así tendría la oportunidad de tirarlo, liberarlo del pesar de los años y el tiempo, terminar con lo que fue y debió ser, su misión en este mundo. Algo tan simple como tirar una prenda, no podía hacerlo conmigo mismo; no podía acabar con mi interminable uso. Mi misión en este mundo jamás acabaría.
Retiré las manos de la prenda tras una mueca de disgusto, mi angustia volvía a hacerse presente. Negué con la cabeza, no era momento para entristecer, debía disfrutar de mi paseo...
Cuando quise continuar, aun mirando la prenda, choqué con alguién y me hice rápidamente para atrás para pedir disculpas bajando la cabeza.

Algo me decía que iba a ser una mala idea salir a rondar por el comercio una vez el sol se hubiese ocultado. No tenía ganas de encontrarme con aquellos detestables seres y resultaba que eso era lo primero que me pasaba.

Mi alegre paseo para despejar la mente y poder, en parte, patrullar la ciudad se había vuelto un encuentro desagradable. un chico chocó contra mi y por un momento me preocupé, claro, hasta que luego noté que aquel ser no era un humano.

"Que asco" Comenté mientras sacudía mi ropa. Por supuesto no tenía la menor intención de ayudar al chico a pararse. Si podían causar el caos que causaban perfectamente podría ponerse de pie por su cuenta.

"Creo que este no es un lugar hecho para que seres como tu deambulen, para eso tienen el cementerio" Decreté con una voz tajante. De no estar en un lugar público tal vez hasta le hubiese puesto un pie encima.

Su primera frase me hizo mirarlo un tanto soreprendido.


No entendí el porqué de su insulto habiéndome disculpado con anterioridad. Sin embargo, no dije nada ante el hecho y me levanté lentamente sacudiendo mi ropa que se había ensuciado por la caída.
De pronto lo entendí. Sus palabras me atravesaron como si fuera de papel. Él sabía lo que era; lo que no deseaba ser, y me lo refregaba en el rostro cruelmente. ¿Pero cómo lo sabía?


Posé mi mirada en la suya, como esperando respuestas a preguntas que todavía no había pronunciado. Fue entonces cuando distinguí su atuendo, al parecer pertenecía al vaticano, aquellas personas que odiaban todo lo que no se pareciera a ellos. Esos religiosos que tanto había esperado...

- Usted, trabaja en el vaticano, ¿verdad? - pregunté casi entusiasmado por la idea. Nunca había visto a un sacerdote tan de cerca, ni mucho menos hubiera esperado mantener una conversación con uno. Depués de todo me había imaginado muerto antes de intercambiar palabras; asesinado, en mejores términos - Por favor, ¿puedo hacerle unas preguntas?

No me atreví a acercarme demasiado, ya que además de la curiosidad y falta de respuestas que me torturaban, este hombre podría asesinarme.

¿Qué rayos significaba esa mirada casi ilusionada hacia mi persona? ¿Acaso este niñato no sabía que el hecho que yo fuera del vaticano no era algo buena para él? Ahora resulta que además de repulsivos, son ignorantes.

“Sí, lo soy” Dije con seriedad absoluta, me molestaba su entusiasmo ante la idea. Lo bueno era que siempre estaba preparado como para combatir a estas criaturas. Aunque este en particular parecía no tener la intención de luchar. Quizás solo estaba tejiendo una trampa.

Me perturbaba que fuera tan niño. ¿Acaso los vampiros son tan morbosos como para ni siquiera respetar a los niños? Por supuesto esto no ablandaría mi corazón. Una vez deja de ser humano, ya sea mujer, niño, anciano, no merece una pizca de compasión de Dios.

“¿Hacerme unas preguntas?” Pregunté extrañado, pero no me negué a la posibilidad. Podría resultarme favorable.

“De acuerdo, pero fuera de la tienda.” Sentencié mientras pasaba a su lado, hacia la salida. Hablaríamos en la calle donde la multitud no nos permitiera atacar al otro. Aun así sin darme cuenta me encontraba acariciando una daga de plata bendita escondida entre mis ropas.

Su respuesta me sacó una leve pero visible sonrisa; estaba accediendo a hablar conmigo, tal vez a darme las respuestas que tanto había buscado. Pero mi sonrisa se borró con la siguiente condición. ¿Por qué no podíamos hablar en la tienda?


Tal vez este hombre sólo quería asesinarme y yo lo seguía muy confiado a cavar mi propia tumba. ¿En qué estaba pensando? Eso me pregunté al dar el primer paso tras él, y luego el segundo, hasta terminar por seguirlo a la calle del comercio.
Cuando se detuvo, yo también lo hice, espiando sus espaldas para asegurarme de que todo estaba bien.

- Padre, ¿ya puede responder a mis preguntas? - hablé en un tono de timidez que camuflaba mi miedo mientras esperaba la respuesta del sacerdote.

Di un paso más adelante intentando verle el rostro aunque intentaba mantenerme a una distancia prudente. A pesar de mi constante sufrimiento, no deseaba perder la vida; no sin antes asegurarme de que realmente todo estaba perdido. Sin saber que no había nada más por lo que permanecer en este mundo.

“Sí, claro.” Respondí con cierta indiferencia, sin embargo estaba lo suficientemente alerta a todos y cada uno de sus movimientos. No le iba a dejar engañarme con esa cara de inocente que traía. Por muy niño que pareciera seguramente ya contaba con muchos más años que los mios.

“Te escucho” Le aseguré girándome hacia él. Mirándolo a los ojos con severidad, como si le culpara por el mero hecho de existir. “Sin embargo ten cuidado. Quizás puedan ser las últimas preguntas que hagas.” Le amenacé, no veía por qué no hacerlo, después de todo no tenía intenciones de ser amable con un ser como él por que sí. Tan solo quería saber cuáles eran sus preguntas que quizás me podrían servir de algo.

“¿Cómo te llamas?” Le pregunté intentando alivianar un poco el aire tras mi sutil amenaza. Aunque en verdad dudaba que fuera a contestarme con la verdad. Tendría que ser un ingenuo para hacerlo, pero nada perdía con intentarlo y de paso intentar recolectar más información sobre los vampiros.

Me apoyé en la pared y crucé los brazos sobre mi pecho, estabamos en la calle principal así que me relajé un poco.

Sus ojos intimidaban un poco, nunca hubiera imaginado que un sacerdote tuviera esa impresión en mi. En mi vida humana, tenía una idea completamente diferente de los religiosos; los veía como gente de bien, incapaces de causar mal a nadie. Ahora, los seguía viendo como gente de bien, pero ya no podía seguir pensando que no causaban mal ni sufrimiento a otros. Porque ahora, yo también formaba parte de "los otros".
Una amenaza dio por sentado que no me veía como un igual, y lamentablemente tenía razón. Yo no era como él aunque quisiera, y tal vez jamás lo sería.
Bajé la mirada ante sus perturbantes ojos que me miraban como un monstruo.


Y al parecer él lo había notado, porque de repente me hizo una pregunta más personal, obviando lo dicho con anterioridad... Preguntó mi nombre, convirtiendo, a mi parecer, el interrogatorio en una charla más amena.

- Myuka... Hertzog - respondí con la verdad dedicándole una pequeña sonrisa de amabilidad y a la vez de gratitud por conseguir quitarme la amenaza de la cabeza - ¿y el suyo, padre?

Hacía lo posible por mantener una charla coherente y no abatirlo con las preguntas que querían ser pronunciadas. No deseaba sofocarlo ni hacerme ver violento o desesperado, si no, ¿cómo sería capaz de reaccionar el sacerdote? Puse mis manos juntas delante de mi, jugando con mis dedos; desahogando mis nervios con ello.

“No tienes por qué saber el mío. De todas formas soy lo suficientemente conocido por los tuyos como para exponerme aún más.” Expliqué con calma mientras analizaba el nombre del chico, lo grabaría en mi mente y llegaría a revisar los archivos de la biblioteca, de seguro algo encontraría, aunque claro, nadie me aseguraba de que aquel fuera en efecto su nombre, pero eso lo podría confirmar después.

“No creo que esa sea la única pregunta que querías hacerme, ¿verdad?. Parecías ansioso, vamos al grano entonces. ¿Qué quieres saber?” Le incité a formular sus preguntas. Yo evaluaría si podía o no darles una respuesta. Tenía que admitir que de alguna manera aquel chico me parecía inofensivo. No podía negar que en efecto existían vampiros así, por algo aún tolerábamos su existencia en las cercanías de nuestro territorio, pero no por ello debíamos terminar aceptando su existencia como algo natural.

Ladié la cabeza para mirarle. En verdad parecía tan solo un niño, uno bastante frágil, pero quien sabe cuantas vidas había arrebatado esa linda carita de ángel. Cuantas más cobraría como parte natural de su cadena alimenticia, de sus bajos instintos.

"Habla, después de todo no me gustaría desperdiciar mi tiempo" Más de lo que ya lo estaba haciendo al detenerme a hablar con alguien así.

Volvió a borrarme la sonrisa con tan sólo unas pocas palabras. Le era tan fácil...
Exigía las preguntas, al parecer estaba bastante ocupado como para mantener una charla de esas que hace tiempo no tenía; y no lo culpaba, parecía un hombre con un alto cargo. No tenía porqué perder el tiempo conmigo.

- Se trata de redención... - confesé sin atreverme a mirarlo - ¿Hay alguna forma en la que pueda redimirme por lo que soy? ¿Ser perdonado por lo que he hecho?... ¿Hay alguna posibilidad de que mi alma pueda ser salvada? - levanté la vista con la última pregunta casi rogando por ayuda, pero luego volví a bajar la cabeza como si me pesara la conciencia.

Esperé un tiempo sus respuestas y aproveché para calmarme. Lo había abatido con preguntas de la forma incorrecta, como no lo deseaba. Pero luego recordé su comentario sobre la falta de tiempo para atenderme; no había razón por la cual detenerme a vacilar.

- Se que no puedo volver a ser lo que antes fui - dije con cierta angustia en la voz que rasgaba mis últimas palabras - después de todo, mi cuerpo ya no es el de antes... esta muerto. Pero, ¿puedo salvar lo que queda en el envase, padre?... ¿Lo que queda de mi alma humana?

Di un paso adelante, incoherente e impulsivo, buscando una frase de apoyo o por lo menos de comprensión. Había olvidado el hecho de que trataba con alguien que podía acabar con mi vida.

Alcé una ceja por la sorpresa que sus palabras me causaron. ¿Realmente estaba hablando enserio? A decir verdad no lo creía. ¿Qué clase de vampiro se supone que era éste? Era la primera vez que me tocaba algo así.

“La redención…” Reflexioné un momento antes de responder “La redención de dios es grande para sus hijos. Pero tú eres un hijo de la oscuridad” Sentencié siendo realista. “Sin embargo parecer afligido. ¿Es que acaso te convirtieron a la fuerza? ¿Acaso odias lo que eres?” Casi se le escapa una sonrisa ante la idea de que las cosas fueran así. Era la primera vez que conocía a un vampiro que odiaba ser lo que era.

“Es cierto, no puedes volver a ser lo que fuiste” No podía mentirle al chico, pero siempre se puede dar una esperanza, aunque sea falsa. Aquello estaba volviéndose realmente interesante. “Pero sí, puedes rogar por tu alma si a partir de hoy abres tu corazón a dios y te abres a su credo” Lo miré y pude notar su clara expectación por lo que continué, al mismo tiempo me atreví a acariciar su rostro de forma sutil, tenía que comenzar a confiar en mí.

“Me gustaría oír un poco más de ti antes de seguir respondiendo tus preguntas. Por favor, háblame sobre ti.” Le pedí con cierta humildad fingida.

Su respuesta me dejo pensativo y algo desorientado. Sus palabras se sintieron crudas y algo desalentadoras, no encontraba esperanza en ellas.


Ya no significaba nada para Dios, ¿eso era? ¿Estaba condenado a conformarme viviendo con un cuerpo muerto? No podía hacer eso... me era imposible aceptar mi continuo sufrimiento; satisfacer mi alma siendo lo que era... odiándome.
Parecía haber leído mis pensamientos al preguntarme sobre mi transformación y mis sentimientos. No pude responderle. La nostalgia de recordar aquel momento me hizo un nudo en la garganta que no me permitía articular palabra alguna. Las imagenes del momento en que "morí" venían a mi mente como espinas clavandose en mi sien.


Me dijo recalcando mi destino, consiguiendo que bajara la vista y apretara los puños. No quería terminar así... "vivir mi muerte ahogandome en sufrimiento"... ¿Pero que podía hacer el respecto?
Levanté la vista al escuchar la respuesta. Abrir mi corazón a Dios y a su credo... esa era la solución. ¿Pero a qué se refería? ¿Qué debía hacer? Aun no confiaba en este hombre, ¿y si planeaba engañarme? No, ¿qué otra opción tenía? Me había dejado bien claro que no tenía nada que perder... Intentarlo era lo único que me quedaba.
Sentí su mano en mi rostro... cálida... era tan cálida. En ese momento me di cuenta de que había olvidado lo que era el calor de un cuerpo humano; el simple tacto se sentía tan bien. No quería volver a olvidarlo...
Sostuve su mano contra mi rostro cerrando los ojos para agudizar mis sentidos. Gravar la sensación en mi mente y consuerte, que su calidez se afirme en mi piel...
Su petición me hizo entreabrir los ojos con desgana, ya que no me gustaba recordar mi pasado. Pero no podía negarle algo tan simple a un hombre que iba a ayudarme.

- Yo... no se donde nací ni de donde provengo, sólo se que fui criado en un orfanato hace ya alrededor de un siglo... - confesé sin mirarlo - no recuerdo mucho sobre mis amistades ni mis profesores, pero se que un día escapé... Me metí en lugares por los que no debía andar, hablé con personas que debería haber ignorado... y terminé así - mi tonó de rabia se enfatizó con la última frase, me asqueaba el haber terminado de esta forma - Yo no quería...

Nuevamente el nudo en mi garganta, ocasionado por la angustia, me dejó sin palabras. Consiguiendo que se me quebrara la voz a lo último.
Solté la mano del sacerdote, no merecía tocarlo.

“Pobre cordero condenado” Comentó en un susurro mientras ponía una mano en la cabeza del chico. Realmente había pasado de sentir un eventual asco a sentir una profunda compasión, pobre aquel que vive odiándose a sí mismo.

“Tranquilo pequeño, pronto podrás salvar tu alma. Te guiaré a redimir todos y cada uno de tus pecados” Le aseguró mientras le ofrecía la mano. “Esta es tu oportunidad, no suelo hacer cosas como esta pero realmente me has conmovido” Intentó sonar piadoso, pero no pudo ocultar la sonrisa de satisfacción que traía en el rostro.

“¿Quieres venir conmigo?” Era una oferta única, pero arriesgada. “Por supuesto no puedo dejar que te vuelvas a involucrar con los de tu raza, sino todo el esfuerzo de salvar tu alma sería en vano.” Le rodeó con un brazo por sobre los hombros invitándolo a aquel calor.

“Es hora de que decidas entre tu alma o aquellos que son como tú. ¿Soy claro verdad?" Habló en un tono realmente serio, no le gustaba que le malinterpretaran "Nosotros no solemos ir salvando sus almas, principalmente porque ninguno de ustedes se siente mal por lo que es. Pero tu eres diferente Myuka, eres apto para pedirle a dios otra oportunidad.” Le miró expectante por su respuesta, esto, sin dudas sería beneficioso para ambos aunque claro, en formas diferentes.

Su "lastima" me tomó por sorpresa. Yo sólo le dije lo que me pidió que le contara, nunca había pretendido causar una impresión similar, por lo que el hecho me hizo sentir un tanto culpable. Iba a contestarte cuando el sacerdote me dejó sin palabras.


¿Me había asegurado una salvación? ¿Aquello que durante tanto tiempo había buscado? Entonces si había esperanza, no todo esta perdido para mí.
Una sonrisa de felicidad se dibujó en mi rostro mientras iba levantando la mirada para verlo directamente a los ojos. Era una forma de agradecimiento, aunque mis labios nos pronunciaran la palabra en concreto.
Sus palabras sonaban cada vez más alentadoras...


Me extendió una mano mientras me invitaba a acompañarlo. Iba a tomarla sin siquiera pensarlo, anhelaba hace tanto tiempo que me ofrecieran una mano, que simplemente, ya no me importaba de quien proviniera la ayuda. Estaba cegado por la alegría y no distinguía el peligro, hasta que vi su sonrisa.
Volví mi mano hacia atrás, no quise tomar la suya. No era una buena señal... ¿y si este hombre disfrutaba mi miedo e indecisión? Tal vez estaba yendo demasiado rápido. Acababa de conocerlo y ya me iba a entregar a acompañarlo al vaticano -la tumba de vampiros- como si nada.
El calor humano que me otorgó rodeándome con su brazo, fue suficiente para convencerme. No podía negarme a la única esperanza de felicidad que había podido conseguir en un siglo. Mis años no corrían igual que para el sacerdote, y si seguía esperando, tal vez lo perdería y con él a mi esperanza también.

- No tengo ninguna clase de relación con ningún vampiro, padre - aclaré ante su condición - Tampoco la tendré si de eso depende mi alma...

Apoyé mi cabeza en su cuerpo, regocijándose en la calidez que se adhería a mi piel. Sabía que no duraría, en el momento en el que se alejara mi piel volvería a ser fría como la del cadáver que era, pero nada me impedía "soñar" con que ese calor era mío.

- ¿Qué debo hacer? Quiero que mi alma se salve...

La sensación al oírle decir aquellas palabras fue gratificante. Con eso el chico estaba firmando su sentencia al cien por ciento para con el vaticano.

“Irás conmigo al vaticano. Ahí comenzaremos a trabajar para salvar tu alma.” Le expliqué comenzando a caminar con tranquilidad, sin soltar el abrazo con el que le mantenía firme a mi lado.

“Como sabrás, no tenemos ningún agrado por los vampiros o los licántropos, pero tu has sido una excepción al mostrar tal convicción y tal deseo de redención. Dios es piadoso con quienes le son fieles pequeño.” Le conversaba en un tono que solo él pudiese oír.

“No tienes permitido separarte de mí una vez entremos al vaticano, por supuesto, si te ven solo no dudarán en atacarte.” Le advertí ejerciendo un poco de presión en su hombro. “Estarás bajo mi cuidado.”

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