Huyendo (Libre)

Pese a sus esfuerzos no había podido evitar lo inevitable: la carrera del orgullo de ambos lobos que ya conocía. Sabía que no podría frenar sus deseos de competitividad y que lo que habían propuesto era muy peligroso, sin embargo no se encontraba en el deber ni el derecho de sermonearlos, mucho menos interrumpirlos, mas cuando había dicho que "los dejaría solos" cosa que en verdad dificilmente pudo hacer.

Observó desde las sombras y los siguió sigilosamente hasta la entrada del vaticano, pero cuando ellos cruzaron la entrada principal ya todo estaba acabado. La defensa del lugar no solo era buena, sino que era macabra, como uan trampa para osos que no se cierra sino hasta tener al centro a su presa.

Fue lo que ocurrió en este caso.

No pudo alertarlos, ellos tampoco se percataron, no es que hayan podido entrar, era que se los habían permitido solo para atraparlos en un espacio que estaba al favor de aquellos humanos.

Cazadores, a saber bien cuantos, lo intentaron cazar a él en las afueras. Armas bendecidas, balas y flechas de plata, todos aquellos elementos que si bien no lo mataban si lograban hacer gran daño en su cuerpo. Lo mas grave era que las heridas no cicatrizaban con igual rapidez y la perdida de sangre se volvía inminente.

Solo gracias a su astucia logró ejecutar su truco maestro y "desdoblarse", su sombra fue capturada y él se refugió en aquel santo lugar, una iglesia enorme, no sin antes sufrir graves heridas y la humillación, en especial ese corte de cabello que no era tan grave, pues la siguiente noche volvería a crecer tal cual había estado cuando le convirtieron hace cientos de años atrás, pero era la acción y su provocación lo que pesaba en su orgullo.

Al menos sería agradable ver la cara de idiotas que pondrian al momento de ejecutar su sombra. Solo conseguirian un charco de sangre denso que desaparecería y solo les dejaría una carta de su baraja como recuerdo.

Por ahora aguardaba escondido en las sombras de ese lugar. Esperaba poder recuperarse antes del amanecer, de lo contrario estaría en claro peligro, pero más que su propio bienestar estaba preocupado por el de los lobos.

"Ah... Maestro... seguramente me regañarias por esto... ¿Debí detenerles, no es cierto?"

Pensaba para si mismo el pelirojo, con el cuerpo ensangrentado, la cara sucia y las fuerzas a penas posibles para mantener su cuerpo ergido contra la pared.

- Orfeo... Beleriand...- Susurró tembloroso, suplicando que ambos lograran salir de esta a salvo.

Su olfato le guió hasta la Basílica de San Pedro, allí divisó en la lejanía el cabello rojo el vampiro. Ahulló varias veces, se encontraba confundido. Su instinto le decía que atacase al no muerto, más su otra parte le detenía y le hacía sentir el corazón apretado. En llegar al lugar había gastado demasiada energía, más los sucesivos ataques de los guardianes del lugar le habían cansado.

Su poco juicio fue vencido por su instinto, corriendo hacia el joven de cabello rojizo. Se abalanzó sobre él con las pocas fuerzas que tenía, más no costó mucho para que ambos estuvieran contra el suelo. Lo mantuvo apricionado presionando con sus patas y garras los hombros del otro. Gruñía con furia pese a su poca energía, dejándo ver sus dientes, muy cerca del rostro ageno. Poco a poco el tamaño de la bestia decaía, hasta llegar a aquella forma humana. Sus piernas flaquearon y cayó al suelo.

Mis ojos se abrieron poco a poco...¿Dónde mierda estaba? Parecía una capilla, definitivamente esta no era la sala de torturas. Me desperté de golpe al darme cuenta que Orfeo no estaba allí, pero no podía moverme, me dolía el cuerpo de sobremanera. ¿Qué había sucedido? No recordaba nada más que el rostro de aquel hombre, a Orfeo apricionado y rodeado de hombres. Depués...depués...el cabello rojo de Lesther en las manos de Giovanni. Y luego...nada.

¡...! ¡Lesther! Levanté levemente mi cuerpo, mis brazos temblaban, pero bajo estos había un cuerpo, cabello rojo, ensangretado. Por un momento creí lo peor...¿Sería posible?

-L...les...Lesther....?-dije en un hilillo de voz, sonaba quebrada y casi inaudible.

Le tomó por sorpresa ver entrar a una bestia, más aún que fuera capaz de reconocerle y abalanzarse sobre él con tal facilidad. En su condición actual poco y nada podía hacer, una vez lo tuvo encima supo que era Beleriand. Era la primera vez que lo veía en esa forma y pese a la situación y al inminente peligro, no podía no admirar la belleza de su verdadera forma. imponente y salvaje, tal y como su personalidad. El peso sobre sus extremidades era lo suficiente para sentir dolor por la presión, mas en el miedo que le recorrió decidió esperar, cerrar los ojos frente al ocico que le gruñía y dejar que lo reconociera, si es que podía.

Si el descontrol era tanto como el que se producía en él tras algunos días sin la ingesta de sangre necesaria, entonces no lo culparía por esa desenfrenada ira que el otro parecía tener.

Vio como su forma cambiaba, decaía y volvía a ser lo que él ya conocía. Mas la fuerza en su cuerpo no era suficiente para poder abrazarlo, besarlo y poder celebrar el hecho de que estuviera a salvo.

-Shh... - alzó su mano derecha hasta los labios ajenos, entre abriendo tan solo un poco más los ojos, quería que notara que aún no estaba muerto, aunque decir algo como eso era irónico cuando se es un vampiro.- Tiene un excelente olfato mi señor... -le sonrió dentro de sus posibilidades, hablando en el mismo tono que el joven, aunque con una voz menos entrecortada, algo mas melodiosa como si quisiera transmitirle calma- Me alegra que haya podido salir de ahí... y que me haya encontrado usted y no cualquier otro... ¿Se encuentra... bien? -preguntaba dentor de lo posible y es que evidentemente ninguno de los dos estaba "bien".

-¿Donde se encuentra... el joven orfeo?-

Sonreí agradecido de que Lesther siguiera con "vida", la sangre a su al rededor era demasiada, más sabía que no era tan fácil matar a un vampiro. Aun así, el miedo que sentí no me permitió pensar de manera racional las cosas. Le abracé como pude, apenas rodeandolo y ejerciendo un poco de presión con la fuerza que me quedaba. Escondí mi rostro en su hombro y de mis ojos brotaron dos lágrimas vagas. Estaba realmente aliviado de que aun siguiera aquí.

No me levanté de mi posición, pero escuché con atención sus palabras, me sentía afortunado de haber llegado hasta él antes de cualquier otro. ¿Cómo lo hice? No lo sé, ahora eso no me importaba realmente.- Estoy bien...esto no significa nada...en unos momentos estaré como nuevo. -reí un poco.

La calma se fué cuando de sus labios emanó ese nombre. Orfeo...¡Orfeo! debía volver por él! Debía saber que estaba con vida, no recordaba que había sucedido con el muchacho. Más no tenía fuerzas aun mara moverme. Traté de calmarme pese a encontrarme realmente inquieto. Intenté reastrear su aroma, algo que me llevara hasta él.

-¡Lo tengo!- dije al encontrar su rastro. Trataba de levantarme más aun quedaban unos minutos para que mi cuerpo respondiera como quería.

Sus ojos se abrieron con gran sorpresa al sentir que el otro estaba... ¿llorando?, la sensación que invadió su cuerpo fue extraña, de alguna manera no había pensado que Beleriand pudiera afectarse de ese modo por su causa, no, no lo había pensado nunca pero de alguna forma aquello le hizo feliz. Le abrazó un poco más fuerte y depositó un suave beso en su mejilla, se sentía algo avergonzado de su propio estado, su rostro, su cabello, su cuerpo... nada era como le agradaba mostrarse, por ello prefería que se mantuviera en su hombro y no mirándole. Pero de pronto el otro se incorporó de golpe al oír el nombre del otro lobo, lesther comprendió entonces que posiblemente Beleriand no mantuviese conciencia al momento de transformarse. Había oído de ello, mas no tenía la experiencia, eso explicaba entonces el porque habían noches en que el lobo derechamente lo evitaba y porque se había abalanzado sobre el de aquella manera hace tan solo unos instantes.

-Deben salir de este lugar mi señor... debe evitar crear más caos, fue un error haber entrado aquí...- Le dijo mientras acariciaba su cabello, manchandolo sin querer con un poco de sangre.- Búsquelo y salgan de aquí... - el pelirojo temía, temía de que el peliazul pudiera correr peligro, temía de que luego los culpara por esto, temía haber cometido un error al haberlos presentado el uno al otro.

Miré con cierto desconcierto a mi alrededor, como si intentara encontrar inútilmente a Orfeo, solo reaccioné a las palabras de Lesther. ¿Irme?- Y dejarte aquí?...¿Estás loco? -Me levanté como mi cuerpo me lo permitió. Odiaba estar en estas circunstancias en mi figura humana, pese a ser más fuerte que la de una persona normal, era mucho más débil que mi forma natural.

Lesther no podía moverse, era obvio. Por lo menos pude recuperar un poco de mi energía y con ello entraría en aquella figura híbrida. El dolor se volvería menor, pese a que esto luego me pasaría la cuenta, no me perdonaría dejarlo aquí. Lo tomé con cierto cuidado [lo poco y nada que podía tener en esta figura] y recorrí los pasillos.

El lugar estaba echo un caos. Debí ser bastante cauteloso, con mi fuerza actual no podría enfrentarme a ellos, solo sería como entrar en un callejón sin salida. -¿Puedes sentir a Orfeo aquí?- Pregunté. Mi voz era notoramiente más grave de lo normal, un poco escalofríante.

Yo no podía encontrar aún su rastro.