Uno más... (Libre)

Como no solo el asunto de criaturas sobrehumanas le correspondía al vaticano sino también el sucio trabajo de condenar a los pecadores, me vi en la obligación de hacerme presente en la prisión, era necesario tener toda la información en orden y ver si había algún prisionero ahí que pudiera correspondernos.

Tras haberme permitido el ingreso comencé a caminar celda por celda, sin ofrecer más que una mirada de superioridad y frivolidad a aquellos que tras estas se encontraban. Mi sexto sentido para sentir a aquellos seres inhumanos no parecía responder. Al comienzo todo se sentía demasiado tranquilo. ¿Es que les habrían advertido que vendría o es que habían estado castigandolos hace poco? Bien, cualquiera de las dos opciones no me era relevante.

De pronto detuve mis pasos frente a una de las celdas y mi mirada se encontró directo con la de aquel sujeto.

Era terrible, ¿como llegue a esto?; Un desagradable, culpándome de algo que no hice. Un lugar de solo cuatro paredes, era aun más frió que mi propia piel. ¿Ahora que podía hacer?, Di un suspiro sin necesidad de hacerlo.

Me alegraba por una parte que esos soldados no supieran que era realmente, aunque si sospechaban, sin no fuera por estas ropas que llevo seguro me hubieran asesinado. "Ver solo a un niño callejero" , dibuje una falsa sonrisa abrazándome, sentado en el suelo de la celda, escuchando un profundo y tenebroso silencio.

En segundos pude escucharse unos pasos, eso me asustaba, esos pasos seguían y seguían, llegue arrimarme a la pared de atrás; delante de las rejas de la celda, abrazándome aun más, pero el olor que venia se me hacia familiar... ¿Gabriel? mi mente se puso en la idea de que era él, ese aroma no podía olvidar. ¿Sabe que estoy aquí? Me pare en segundos con mucho entusiasmo, y camine unos pasos hacia delante, cuando al fin esos pasos de acercaban aun más, me percate que algo no estaba bien, había una atmósfera que lo cambiaba todo, y los nervios corrían todo mi cuerpo.

Al fin pude ver a un hombre muy bien vestido, alguien desconocido para mi, aquel hombre se detuvo ante mi celda, lo mire y me observaba con una escalofriante mirada, una que hizo que retrocediera y chocara con la pared ante una sombra de la celda, las piernas me temblaban, pues no era gabriel, aunque tuviera su mismo olor...

Mi boca empezaba a temblar y a susurrar pequeña cosas que ni yo alcanzaba a oirlas -s-soy... i-ino...cente... - lo único que pudo venir a mi mente como a cualquier humano antes de morir... decir que no era culpable. Pero yo no mentía, no había hecho nada malo. El mal pensamiento de aquel hombre fue la que me llevaron aquí... Pero por que ese hombre de mirada fría... me asustaba de esta manera.

Acaba de salir de uno de los interrogatorios, le habian invitado por su supuesta reputacion de sacar informacion a otros con facilidad. Al menos de algo habia servido hacer buen papel en Espania, despues de todo debia esperar hasta que llegase la noche para poder reunirse con Gautlier, mejor ocupar sus horas para algo de provecho. Camino por los pasillos de la prision, uno de los jovenes soldados le dijo adios pero apenas alcanzo a escucharle, volteo y le hizo un gesto con la mano sin dejar de caminar. Aquel lugar no se diferenciaba mucho de la prision en su cuidad natal, era casi como regresar a como era todo antes.
Gabriel dejo escapar un suspiro y levato su mirada divisando a lo lejos al general italiano, no se le hizo raro verlo alli, pero parecia distraido. El espaniol lo penso al principio pero decidio acercarse a saludarle por respeto y cortesia.
-"Buenas tardes, General Crivello"- dijo en un tono alegre y con una leve sonrisa en el rostro como le era costumbre.