Tranquila Lectura (Faltreon)

Paseaba con tranquilidad por los pasillos del vaticano en las primeras horas del día, estaba de buen humor debido a que ultimamente no habian demaciados reportes sobre aquellas detestables criaturas que de a poco comenzaron a asentarse en nuestra ciudad. Al parecer la calma sería duradera, al menos por esta semana que recién comenzaba o mas bien procuraría que así lo fuese.

Como siempre, me decidí a ocupar mi tiempo en cosas productivas, aún la lucha no cesaba y debíamos estar atentos. El buscar nuevo armamento no significa nada sin una buena base de conocimiento, y obviamente no podemos instruir a los nuevos aspirantes sin nosotros tener la sabiduría necesaria. Es por esto que en mi tiempo libre suelo entrenar o estudiar. Esta vez opté por la segunda opción considerando que aún era temprano, me hundí en una lectura un poco densa sobre magia y exorcismos, muchos de los cuales eran parte obligada de nuestra formación. Al llegar a la página 47 fui interrumpido, las puertas de la biblioteca (anteriormente vacía) se abrieron delatando al recién llegado.

Levanté mi cabeza y arquié una ceja ante la duda. ¿Quien sería?

Sus pasos eran suaves y lentos, no hacia ruido alguno mientras avanzaba por aquellos largos y lúgubres pasillos del vaticano, los cuales siempre estaban solitarios, parecía que los mismos sacerdotes del lugar odiaban ese lugar al ser tan grande y frio, un lugar casi nada agradable para vivir, pero sumamente seguro.

Se detuvo cerca de una ventana para observar el exterior, un día nublado y sin movimiento como usualmente parecía estar siempre aquel lugar a aquellas horas del día, pero agradecía aquello, había pasado una noche algo difícil y solo quería algo de silencio y tranquilidad.

Aun podía sentir el ardor de las cortadas sobre su abdomen, las cuales habían sido provocadas en batalla, pero aquello no era una escusa para mostrar debilidad ante los demás, solo quería distraerse para así tomar su usual desayuno y desaparecer como era costumbre.

Sin más sus pasos lo fueron guiando a la biblioteca, abriendo aquellas puertas de forma lenta y así entrar en aquel enorme recinto de sabiduría, su olfato capto con rapidez aquel aroma de las hojas viejas y gastadas, un lugar tranquilo sin duda alguna, pero su vista se topo con otro ser mas, mas no le dio mucha importancia, cerrando las puertas tras de el para avanzar por aquel lugar.

Su vista se posaba por los tomos de los libros, nada parecía llamar su atención, así que solo tomo uno al azar, observando con cuidado los detalles, los conocía muy bien, hojas de papiro, un libro sumamente antiguo y escrito por escribas, letras decoradas con oro y piedras preciosas, aquello le parecía muy exagerado, pero aun así se llevo el libro a una mesa cercana, dejando una distancia de una mesa y dos sillas de aquel sujeto.

-Buenos días- murmuro apenas de forma audible, no tenía intenciones de proponer una plática, pero no era ningún maleducado.

Sonreí sutilmente, no solía mostrar grandes expresiones fuera de mi habitación y ésta sin dudas no sería una excepción. Cerré el libro que estaba en mis manos con un movimiento suave, sin hacer ningún ruido exagerado que pudiese alterar la lectura de aquel hombre. Dejé el libro en su respectivo lugar pues he de admitir que detesto el desorden, mucho más en una biblioteca. Con paso lento y tranquilo caminé hasta quedar frente a él analizando con la mirada en silencio.

“Faltreon” Mencioné su nombre con cierto interés, por supuesto sabía quién era, como capitán de Cross-Fire y líder de todos los sacerdotes era imposible no tener en mente a tal sujeto.

“Al parecer tuviste una dura noche” Le comenté al percibir el sutil aroma de la sangre que se mezclaba con el intenso olor de los libros, no era mucho, era sutil, un humano normal no debería haberlo percibido. ¿No es así?

Aquel sujeto tenía fama por hacer bien su trabajo a pesar de ser prácticamente un recién llegado a las tropas, mas nunca me había tocado verlo en plena acción. Me interesaba mucho su condición de “mordido”, pero era una de esas personas introvertidas con las que era un poco difícil de conversar respecto al tema. De cualquier modo aquello no era un impedimento para conseguir información sobre él. Ahora que lo pensaba detenidamente, esta era la primera vez que intercambiábamos palabras.

Su mirada pasaba de forma lenta por aquellas letras en forma de símbolos, solo había mención de dioses y sacrificios para acabar con el mal, aquel tema se convertía algo tedioso, pero el mundo parecía girar solo en ese tema, el bien y el mal desde los inicios de la tierra.

Aquella lectura se estaba volviendo sumamente aburrida, expresándolo al llevar de forma educada una mano sobre su boca, dejando escapar un sutil bostezo sin despegar su mirada de la lectura y prestar atención a lo que pasaba a su alrededor, cada sonido podía interpretarlo con facilidad mucho antes de ser mordido por aquel vampiro.

- La mirada refleja más que las palabras- murmuro sin darle mucho interés al asunto, podía sentir aquella mirada que estropeaba su aburrida lectura, dejando el libro por completo en la mesa solo para verlo de reojo – ¿En qué puedo ayudarte?- su mirada se encontraba posada sobre los ojos de aquel sujeto, no buscaba nada en ellos, solo era una costumbre antigua.

Pero suspiro mientras llevaba una mano sobre su abdomen, tocando aquella zona de forma lenta por encima de su gabardina, no era algo por lo que pensaba que preguntaría –Tienes un buen olfato, pero no es extraño que este lastimado, las peleas que se llevan a cabo no son un juego para niños, tus sacerdotes están subestimando a los de otra raza, no deberías dejar que los ‘niños’ peleen, solo estorban y se convierten en fertilizante para la tierra, los demás no siempre estarán para protegerlos – tal vez sus palabras podían sonar duras en ocasiones, pero jamás lo hacía con una mala intención.

-Vamos, toma asiento- su semblante estaba relajado, aun cuando no confiaba en aquel sujeto.

Asentí y decidí tomar asiento frente a él con el aire calmado pero autoritario de siempre. Escuché atento sus palabras y su forma única de hablar me hizo sonreír de una forma un poco más evidente. Sin dudas, a cada palabra que decía yo más convencido estaba de que aquel sujeto era no solo interesante, sino inteligente y un excelente “soldado”. Aun así no bajaba su guardia incluso conmigo, no se exponía y mantenía ese muro invisible entre nosotros. Y no lo culpaba por ello, yo también lo hacía a mi modo. No por ser su superior tenía la certeza de tener acceso a sus pensamientos y sus asuntos más íntimos, por más que quisiera él se refugiaba bien en sí mismo.

“Considero muy válida tu opinión y lamento que hayas terminado herido esta vez. Sin embargo el ser herido solo refleja tu propia debilidad.” Sentencié a modo de reproche, pero fui sutil a pesar de todo, no negaba que el tener a esos “niños” peleando no era del todo favorable, pero nuestro ejército estaba reducido y no por ello dejaríamos de dar la batalla para asegurar la paz y la protección de Dios para todos los ciudadanos. Librarnos de aquellas criaturas era nuestro mayor objetivo, pero teníamos que comenzar a hacerlo de una manera más inteligente para no seguir malgastando vidas.

“De cualquier forma estoy de acuerdo, creo que hay que replantear este asunto. Debemos pensar en otros métodos.” Respondí luego de analizar la situación, por mi parte yo ya había comenzado investigaciones mayores. Sí, mi pequeño refugiado Myuka estaba dentro de ese fin. Y no dudaba en ejercer investigaciones con él para conseguir información valiosa al menos para con los vampiros.

“Me gustaría oír si tienes algo que decir respecto a eso. ¿Alguna idea de reforma? ¿Pudiste descubrir o aprender algo en la batalla de anoche?” Me interesaba oír su opinión, como “mordido” él también podía ofrecernos otro resto de información, no solo eso, sino que sin dudas sus habilidades en batalla eran valiosas.

Me preguntaba si sus heridas estaban bien, al menos el se movía con aparente naturalidad pero eso no quería decir que no fueran profundas. Crucé mis piernas y me apoyé en la mesa, con las manos cruzadas frente a mi rostro. Me gustaba mantener su mirada inexpresiva, me gustaba descubrir a cada segundo un rasgo nuevo en su rostro, algo nuevo en su personalidad, en lo que su silencio me producía. Muy pocos sacerdotes me entregaban esa aura por lo que quizás, sin querer, comenzó a simpatizarme.

Una pequeña y casi nada notoria sonrisa apareció en sus labios al escuchar aquella respuesta tan obvia, no le sorprendía en nada, pero era muy cierto –Las guerras entre los lycans y vampiros no son las únicas que causan heridas en mi cuerpo, y sin ofender, dudo que lo lamentes en verdad, no uses la piedad y preocupación en mi cuando en verdad no lo sientes – deseaba tener una taza de té en ese momento, sabía que aquella conversación se podía extender por un buen tiempo, pero era mejor que aquel libro tan antiguo que reposaba sobre la mesa.

-Pero seamos realistas, no te conviene tener bajas en tu ejercito y yo no iba a hacer un papeleo reportando sus muertes, solo son almas jóvenes que salieron a proteger lo que es para ellos importante – sus dedos jugaban un poco con aquellas hojas hasta llegar a la pasta y cerrarlo de forma lenta nuevamente –Ellos no están acostumbrados a ver gente morir, es fácil decir que hay que matar, pero se paralizan cuando es el momento, son de corazón débil –

Se paro para ir de forma calmada al estante donde había tomado el libro y así acomodarlo de nuevo en su lugar, quedándose ahí un momento, escuchándolo de forma atenta, conocía cosas que tal vez aquel sujeto no, pero cosas que prefería no hablar en ese momento –Descubrir algo, si lo he hecho, pero no es algo que le vaya a decir solo por decir –camino nuevamente a su asiento para verlo de forma fija

-Tal vez para usted le parezca mal, estar en su contra, pero las amistades con vampiros me ha hecho pensar en algunas cosas y que mi desconfianza crezca aun mas, no me da miedo ni lo voy a ocultar, pero entre todas las personas, de la que menos confió es en usted, mis razones no se las diré, así que me pida que le dé información, no creo darle más que la necesaria – su sonrisa se volvió más notoria, no quería empezar una pelea, pero tenía que poner algunas cartas sobre la mesa.

“Oh, Faltreon, ¿Dudas acaso de la verdad en mis palabras? ¿Cómo puedes saberlo? ¿Porque juzgas sin tener certeza?” Mi voz sonó tranquila y hasta un poco melodiosa. Sonreí malicioso antes de volver a hablar. “Pero no importa, a pesar de que no me creas de verdad siento mucho lo ocurrido, Eres un buen sacerdote y por nada del mundo desearía que salieras mal herido, o peor aún muerto de una batalla.” Y no mentía al decir eso, para mi aquel sujeto era valioso, mucho más que la gran cantidad de idiotas en nuestras filas. Por ello y solo por ello podía tolerar las palabras y su leve “rebeldía” a mi autoridad.

“Tienes mucha razón, creo que nuestro entrenamiento en la lucha es deficiente.” Escuché atento el resto de sus palabras, como sospechaba no iba a decirme absolutamente nada, en particular porque más que estar en contra de las criaturas detestable parecía estar más en contra de mí. Me preguntaba si al menos por tener cierto agrado con los vampiros los licántropos le causaban un mínimo rechazo.

Suspiré pesadamente antes de volver a hablar.

“Comprendo y respeto absolutamente tu pensamiento y posición” Aseguré con una tolerancia que parecía ajena a mí. “Sin embargo me gustaría que no olvidaras que a pesar de todo sigues siendo un Sacerdote, no, no solo eso, eres parte de Cross-fire.” Mi mirada esta vez fue dura y mi voz cortante. “Por favor no olvides tu deber principal con ésta ciudad, me da igual el método que ocupes o si incluso desconfías de mi. Espero que no desconfíes también de Dios.”

-Juzgar, que palabra más fuerte has usado- podía cuestionarlo, ellos también juzgaban a seres que aun no habían hecho nada, seres que querían paz, pero siendo eliminados por lo que eran, ellos como sacerdotes los silenciaban otorgándoles el silencio eterno, la muerte, aquel juego de palabras podía extenderse y no tener un fin –Al parecer deseas que me disculpe, está bien, Crivello Giovanni, perdóneme por gaberlo ‘juzgarlo’ mal– llevo una mano a su pecho para inclinarse un poco de forma respetuosa.

Ante la herida que poseía hubiera muerto en el campo de batalla, pero al haber sido mordido por un vampiro tenia más resistencia en batalla, aquello era un arma de doble filo, ganaba agilidad y una curación sorprendente, pero las cosas que podía hacer como humano se habían limitado.

-Me alagas más de la cuenta, solo soy un guerrero mas- Cerro sus ojos de forma lenta, relajando su cuerpo al recargar su espalda sobre el respaldo de la silla, la sensación de humedad volvía a recorrer un poco su abdomen, aquella herida se había abierto nuevamente ante sus movimientos sin cuidado, sabía que debía atender aquellas heridas si no quería que se infectaran, pero siempre había algo más importante que hacer primero.

-Ante eso, no me siento muy orgulloso de ser parte de Cross fire, pero le debo a esta organización, así que trabajo para ustedes solo para pagar mi deuda –Aquella mirada le llamo la atencion, observandolo con cuidado y analizandola –Tu mirada… - ladeo de forma leve el rostro, aquella mirada le recordaba a la de un león, amenazante y con una hermosa postura imponente, pero en aquella mirada no había por qué temer, pero tenía que elegir bien sus palabras.

-…Dios…- no hablaría de aquel tema polémico, había dejado de creer en aquello, tenía una razón, pero no creía que aquel sujeto lo comprendiera, lo consideraba como un sujeto cegado ante las ‘palabras’ de dios.

-Nuevamente, repetiré mi primera pregunta, ¿En qué puedo ayudarte?-

“Está bien, no era necesaria una disculpa, solo me interesaban tus argumentos.” Relajé la mirada recorriendo la biblioteca ignorando su comentario respecto a la terminología que había empleado. Éramos los únicos ahí. Inmediatamente volví a posar la mirada sobre él. Sentí el fuerte olor de la sangre, se había intensificado sin dudas, pero el no mostraba ninguna mueca de dolor que me indicara que su herida se había abierto.

“¿Has curado tus heridas?” Pregunté con sutileza, aunque suponía que no recibiría una respuesta sincera, mucho menos la aceptación para ver o atender aquella herida. Tampoco tenía ganas de ejercer mi autoridad, con este sujeto prefería mantener las distancias o de seguro terminaríamos en alguna especie de batalla, por más que yo no lo desease así.

“Ya veo, entonces no sientes el mismo compromiso. Eso explica mucho.” Di el caso por perdido y terminé ignorando su mención a mi mirada y al tema de Dios. Su expresión me indicó una respuesta obvia. Pobre cordero perdido en el camino. Es justamente por eso que detesto a esas criaturas. Una mordida y todas las convicciones de un hombre mueren.

“Cualquier cosa en la que me pudieses ser útil ya ha sido negada por tu parte, asi que no te preocupes, esto no es mas que una charla amistosa.” Le aclaré levantándome de la mesa. “Insisto, deberías cuidar esa herida. Por otra parte, si tienes deseos de ayudar a reformar la forma de batalla de Cross-fire, bienvenido seas. Mas pareces no tener interés ni siquiera en eso, me pregunto entonces ¿Qué haces aquí? Si es una deuda… He de decirte que la estás pagando a medias. Sería más digno que te retiraras.” Mi voz sonó más fría que antes, con evidente molestia.

Lo observaba de forma fija, tal vez no estaba siendo educado y ‘agradable’ como debía de ser, no quería tener al líder de aquel lugar como enemigo, no quería pelear, siempre evitaba aquello lo mas que podía, cambiaria un poco su forma de ser, tal vez romper un poco el hielo, cediendo aun en contra de su moral.

-…No, mis heridas siguen abiertas, las quise curar después de la batalla, pero por motivos importantes preferí venir al vaticano primero, desayunar y después atender mi cuerpo, algo de descanso me vendría bien –Su tono de voz sonaba mas ligero, como si conociera a aquel sujeto desde hace tiempo, aun cuando seguía a la defensiva –Es una herida no tan profunda, pero si puede infectarse –se puso de pie para mover un poco su gabardina, mostrando aquellas marcas de rasguño sobre su piel –pero no son de preocuparse- no parecía importarle ver como la sangre salía de forma lenta y no admitiría que ardía al moverse.

-No es que no sienta un compromiso, es solo algo de confusión, aquello que opaca los corazones y los ciega por un tiempo, conozco mi deber al estar en este lugar, e obedecido y cumplido las misiones que me han encomendado, y seguiré así – cerro los ojos de forma cansada un momento, llevando una mano sobre su flequillo, ocultando así parte de su rostro –La mejor información se la puedes sacar a un vampiro, pero solo el tiempo dirá si es necesario decirte lo que se- de antemano sabia que aquella platica estaba a punto de terminar

-Siento no serte de utilidad por el momento-

Suspiré una vez más antes de ceder completamente, al parecer me había excedido lo suficiente en mi forma de expresarme como para que el otro notara mi mal humor y cambiara levemente su actitud hacia mí, cosa que sin dudas le agradecí en silencio.

“Está bien, dejemos ese asunto de lado, mientras cumplas con tu deber no tengo porque no respetar tu postura, eso es todo lo que me importa.” Dije mientras rodeaba la mesa, acercándome a él con calma. Al llegar le tome del brazo no sin antes susurrar un sutil “Permiso”. Suavemente lo jalé hasta uno de los sillones al fondo de la biblioteca y lo obligué a sentarse, por supuesto, con el cuidado debido.

“Eres un sujeto inteligente y hábil pero descuidar una herida no es la mejor idea que puedes tener” Sentencié y me alejé de él hasta un gran mueble antiguo con grandes vitrinas. De ahí saqué una pequeña caja que no era más que un botiquín, en cada sitio de las instalaciones se podía encontrar uno. Consideramos necesario implementar tales medidas con la cantidad de heridos que a veces llegan. Esto era cómodo pues no había que hacer grandes traslados de gente para poder desinfectar o vendar una herida.

Le quité las ropas de la zona para poder apreciar bien la herida y me dispuse a curarlo sin su permiso. “No quiero quejas.” Advertí, no aceptaría berrinches de alguien que no fue capaz de actuar inteligentemente para con su propio cuerpo. Examiné la herida, quizás necesitaría un par de puntos de sutura… por ahora simplemente desinfecté y comencé a vendarle con fuerza suficiente como para detener la hemorragia.

“Con todo lo que te mueves sería mejor que fueras a la enfermería a que te suturaran un poco o seguirás sangrando” Comenté al acabar.

Aquella aura de tensión parecía desaparecer de forma lenta, era agradable sentir que nada malo pasaría, podía relajarse un poco más, aun cuando sentía como era que se acercaba, era un poco incomodo, no le agradaba tanto la cercanía de otro ser, pero prefería mantener aquel comportamiento relajado y servicial.

-…- suspiro mientras se dejaba guiar por el otro, no tenía opción, ya había visto una pequeña parte del carácter de aquel que era su líder, pero agradecía en silencio que fuera algo sutil, era cómodo estar sobre aquel sofá, su espalda le agradecía poder apoyarse en algo que no fuera duro y áspero –La iba a atender despees del desayuno, el cual me estoy perdiendo en este momento- ligeramente bromeo con aquello mientras lo veía y se ‘recostaba’ un poco sobre las almohadas.

-Vaya…- la verdad no le sorprendía la cantidad de cosas con las que podía toparse en ese lugar, pero había un límite, aquel lugar era siniestro, húmedo, grande y no le sorprendería que hubiesen pasadizos secretos por todo el lugar del castillo o que los llevara hacia los bosques y partes de la ciudad.

-Mi única queja es que esto es vergonzoso, jamás espero ayuda de nadie y tú, no puedo decir que sutilmente lo haces, es extraño e incomodo- susurra al tenerlo cerca de él, no necesitaba usar otro tono de voz ni siquiera alzar la voz, pero en verdad aquello era demasiado incomodo, no era pena, solo el no estar acostumbrado a recibir ayuda ante lo que era, y el que solía repelerlos.

Bajo un poco la cabeza, dejando que aquel flequillo tapara sus ojos, prefería quedarse así, en silencio y sin moverse, manteniendo su respiración de forma tranquila al sentir como era que las heridas eran desinfectadas, pero sobre todo la opresión de las gasas sobre la herida, mas no emitiría sonido de dolor, ni quejido alguno, solo guardaría silencio hasta que terminara.

-…Solo algo de descanso es lo que necesito, gracias- ladeo levemente el rostro para sonreírle un poco con cierta sinceridad

“Luego puedes tomar desayuno, me encargaré de que te lo lleven a tu habitación” dictaminé pues cualquiera de sus pretextos me parecía del todo inválido. Incluso su evidente pero bien disimulada incomodidad ante mis acciones. Nada de ello era excusa suficiente para no hacer lo que ya estaba haciendo. Al menos no había recibido un rechazo violento, en cambio hasta recibía bromas ligeras. Era un indicio de que ambos habíamos cedido un poco.

“Creo haber dicho que NO quería quejas. ¿Verdad?” Le lancé una mirada de advertencia ante sus palabras. Poco me importaba si no estaba acostumbrado a recibir ayuda, si le incomodaba o avergonzaba. Como capitán no puedo dejar pasar la irresponsabilidad (de ningún tipo) de uno de mis soldados. Incluso si tenía que darme molestias como ésta las que en verdad, eran mínimas en comparación con el aporte del pelirrojo.

“Tendrás que acostumbrarte entonces ya que a partir de ahora tendré un ojo puesto en ti cada vez que regreses del campo de batalla.” Comenté mientras guardaba las cosas que ya había terminado de ocupar con el chico y a paso tranquilo puse aquel pequeño botiquín en el mismo lugar cerrando el viejo mueble.

“En efecto, tendrás que descansar. Tienes prohibido salir en el escuadrón de vigilia esta noche.” Hablaba enserio y por más que mis métodos no le parecieran tendría que obedecer o me vería en la obligación de utilizar otros menos ortodoxos. Me volteé hacia él y le ofrecí la mano para ayudarlo a dejar el sillón. “Te acompañaré a tu habitación” Dictaminé, no era una pregunta, sino un aviso.

Aquello no le parecía lo más adecuado ni lo más sutil que podía haber mencionado el líder, hacia que se sintiera una persona que no podía hacer nada por si solo y peor aún, como un enfermo de gravedad, Sin más dio un gran y profundo suspiro, no quería verse como alguien especial, ni mucho menos como ‘consentido’, si bien siempre ignoraba lo que pensaran de él, aquello lo podía tomar diferente, ya que siempre cuando alguien se le acercaba terminaba siendo perjudicado.

-Sobre advertencia no hay engaño… Crivello Giovanni, pero no le recomiendo estar muy cerca de mí, la mala fama también se pega y el líder siempre debe mostrarse imponente- susurro con calma, pensando un poco en la forma autoritaria con la que se comportaba el aquel líder, no lo consideraba alguien que fuera malo, pero había algo en el que lo hacía desconfiar –Cuando le niegas algo a una persona, esta lo hará más, así que yo seguiré ese concepto para molestarte un poco- se removió de forma leve solo para sentirse mas indignado.

-…No espero que haga eso, tampoco mostrare signos de dolor tras una batalla, no se tome todas esas molestias solo para ver si estoy bien –si fuera de los que reflejaran sus emociones, tendría una expresión de ‘berrinche’ al no estar de acuerdo con él, pero en vez de eso solo tenía los ojos entrecerrados, los cuales no mostraban gran cosa, en pocas palabras mostraba algo de indiferencia, pero el que mantuviera un poco la cabeza gacha era muestra de que no quería que hiciera aquello su alto líder.

En vez de sentir que lo estaba ayudando, sentía que aquello lo perjudicaría de gran forma, puesto que ah él no le gustaba quedarse por las noches dentro de aquel vaticano por lo que era ahora –Crivello, con todo respeto me veré obligado a no cumplir con aquello…- no sabía si era apropiado no decir más que eso, pero sin decir más tomo la mano ajena para ponerse de pie, observándolo de forma fija a los ojos.

-...Como guste jefe… pero no espere que me quede ahí-

Una vez estuvo de pie me vi en la obligación de escuchar su contraargumento. Cuando acabó alcé mi mano hasta apoderarme de su rostro firme por la barbilla, fijando mi mirada en él. Realmente este sujeto no tenía la más mínima intención de obedecerme siquiera en algo tan mínimo como eso, ¿No?.

“Escúchame, más te vale que al menos descanses durante el día. Si lo haces puedes hacer lo que se te antoje llegada la noche, si insistes en desobedecer entonces me veré obligado a amarrarte a tu cama y cerrar tu puerta bajo llave.” Le advertí ya un poco cansado de intentar volverlo consciente de que por muy valiente que fuera, por más que tuviera la condición de “mordido” y por más que pudiera soportar el dolor, el riesgo de una infección no dejaba de ser latente.

“Alguna vez te han dicho que pareces un crío?” Dije con una sonrisa de sutil burla. “No se trata de que me tome molestias por ti, créeme. Sin embargo no voy a negar que si esto te fastidia comenzaré a hacerlo más seguido. De todas formas no es más que un mero interés personal y un compromiso que tengo hacia todos mis valientes soldados, lo que te involucra, te guste o no.” Le aclaré ya que tampoco me gustaba parecer en extremo amable, sería mentirle al mundo.

“Bueno, ¿Vamos?” Dije posando una mano en su hombro incitándolo a avanzar hacia su habitación.