Encuentro programado [Beleriand/Orfeo]

Mi sonrisa desapareció. Me sentía como si estuviera frente a un espejo, solo que el espejo me mostraba unos años más joven y altanero, seguro de mi fuerza y determinación. Claro que toda esa fachada de rey del mundo se acabo cuando creí que podría incluso con los mortales y efimeros humanos. Más las marcas en mi cuerpo demostraban cuanto me había equivocado al ir a luchar solo, y meramente por diversión.

-Maestro? Hah...-me mofé ante aquella palabra que había adjuntado junto a mi nombre. ¿Maestro de qué? O esque con sus palabras solo quería persuadirme? Sabía perfectamente que no era un erudito en lo de lobos se trataba, más sus palabras que apelaban, ya dos veces, a buscar a alguien mejor, colmaban mi paciensia de sobre manera.

Medité un momento para volver a hablar.-Haz escuchado sobre las salas de tortura del Vaticano?...-ladié la cabeza tras mi pregunta- Un ser tan astuto y hábil como tú, no sería capaz de buscar algún objeto de ese lugar y volver sin ser visto? -sonreí- Claro, ambos lo haremos. Y quien salga ileso...pues gana.

Mi actitud nuevamente me llevaría a cometer una estupidez, era claro y lo sabía. Ese lugar estaba atestado de guardias y sacerdotes, expertos en la caza de lobos y vampiros, a los que mataban por el simple hecho de verlos acercarse al lugar sin un permiso especial o algun asunto secreto.

Podía ver la seguridad en sus palabras y gestos en su rostro, pero la desconfianza e inquietud podía olerla en el aire al rededor de él, y sí, también era podible que el lo sintiera de mi parte. No había pasado demasiado tiempo desde aquella vez que salí de aquel lugar afortunadamente y a duras penas con vida. ¿Unos 30 años? Era un corto tiempo para seres longevos como nosotros.

¿Maestro? Definitivamente eso no podía sonar como una alabanza, ni respetuosamente si salía de sus labios. Pese a su altanería y arrogancia el chico no me desagradaba. No podía, pues me recordaba demasiado a mi mismo, y si hubiese llegado a odiarme en algun momento hubiera sido el fin para mi. -¿Sabes dónde se encuentra el lugar, verdad? -pregunté dejando salir un suspiro luego de eso.

Esperé su respuesta mientras dejaba alguna de mis pertenencias escondidas entre los arbustos, que realmente eran de Lesther, aquella camisa y pantalones que sujetaba en mi mano derecha y que no había tenido la oportunidad de entregarselos desde aquella noche en su hogar, cuando me propuso este encuentro.

Opte por tomar mi forma animal, pues el cuerpo humano es mucho mas lento y menos agil que el de un cuadrupedo como son los lobos. Antes de hacerlo solté una pequeña risilla al notar que el chico no se había dado cuenta de ello manteniendo su figura humana.

Novato.

Spoiler:

Me pareció un poco extraño el tiempo que le había tomado su transformación, tal vez se sentía incómodo con ello, o se había avergonzado de no anticiparse a los hechos para llegar más rápido al lugar. Bueno, poco importaba eso ahora, en unos segundos emprendí camino hacia el Vaticano, la Sala de torturas...un mal estar en el estomago generó un escalosfrío en todo mi cuerpo al pensar volver a ese lugar. Era un masoquista, pero ya no había marcha atrás, algo había aprendido de tener una boca suelta y no pensar antes de hablar era que debía hacerme cargo de cada cosa que salía de mis labios, aun si eso significara mi perdición. ¿Orgullo? Sí, meramente orgullo, nada más que eso.

El bosque comenzaba a hacerse más y más escazo por lo que tendríamos que aumentar la velocidad para no ser visto por uno que otro borracho del pueblo o vagos que vivían en las calles, la idea era no alertar a nadie hasta llegar a nuestro destino. Preferentemente no ser vistos por nadie en este estúpido viaje.

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