The forest

El goteo constante
hacia mas monótono e invariable el sonido del fluido caer como pétalos sobre la
fría y ahora húmeda roca color grisáceo con las bonitas y exóticas tonalidades
del musgo elevando la vegetación y su amarillo, verdoso color. Las plantas
trepaban sobre el tronco de los arboles para realizar las funciones vitales como
todos los seres vivos, se adaptaban al medio que les rodeaba. Las pequeñas
hebras de luz que pasaban entre las ramas de los arboles también translucían su
propia luz por las hojas de los vegetales, esa simple claridad era suficiente,
el viento proporcionaba inquietud entre las ramas que se movían con frecuencia y
con su noble constancia proporcionaba la sensación de haber alguien más entre la
dificultosa vegetación.

La constancia de un insecto aletear sus fluidas
alas con esa rapidez, esa precisión y a su vez precisión era suficiente para que
cualquier parasito que hubiera por allí se perdiera entre los propios arboles
que, parecían moverse y situarse para despistar al viajero que desease descansar
por ese territorio, por su territorio… De entre todas las hojas y los arboles,
una mirada valiente y atrevida observaba su propio terreno, moderándolo, sus
ojos ambarinos velaban tranquilos pero a la vez hostigados en ver algo fuera de
lo normal para poder realizar su función de alfa de la manada a la que
pertenecía, a la que el mismo era líder… Apoyó las manos y junto a ellas los
descalzos pies para poder incorporar su ahora desnudo cuerpo, separando con
cuidado y sigilo las ramas de los vegetales, sentía fresco en cada parte que
rozaba el húmedo rocío sobre su abdomen, sentía esa sensibilidad volver su vello
de punta…

El día iba cayendo poco a poco y con él los bonitos rayos del
sol que se iban apagando, la hora de la noche llegaba y con ella las bestias
salvajes ocupaban un lugar importante entre los troncos de los arboles, cobrando
la vida que necesitaban para poder sentirse aun mejor, ladeo el rostro,
acariciando a su vez con las yemas de los dedos una de las flores que permanecía
abierta cuyos pétalos rosados presentaban las pequeñas y frías gotas del
rocío…

Pronto se alzaría con el amanecer el intenso olor de las flores y su goteo
habitual derrochando sobre el estrepito esplendor de la madrugada, de los
colores carmesí y ámbar del amado dios sol, donde con su galán y única despedida
interpretaba la melodía de los ruiseñor y primeros canticos de los recién
nacidos, pronto se alzaba majestuosa la riqueza natural y salvaje donde el
hombre en su intento de interpretar palabras bíblicas hacían del ser más
ambicioso que humano, volviéndole quizás aun más bestia que los que realmente
pertenecían a ese propio linaje. Pues ¿Quién se fiaba del ser humano? Ni su
propia prole le hacía caso al ser, que por poderoso perdió su encanto clamando
con llamativa atención en forma metálica, la avariciosa estirpe humana. Su
cuerpo se estremeció y el mismo escalofrió recorrió su columna vertebral hasta
el inicio de su espalda, donde ya eran visibles la hebras que antes tapadas por
la oscura y sombría eternidad le hacían ver incluso más áspero su propia
anatomía. Quizás fue su olfato, quizás el mero hecho de que lo esperaba, quizás
eran las causas por las que el mismo había pasado hacía tantos años…