The white Wolf

Alguna vez que otra se había parado a pensar en su paso por aquella vida, o quizás por los roces de su piel contra las personas que colmaban de vida, su tiempo e inundaban de su sudor y calor su aterciopelado cuerpo cual adonis de azabaches cabellos oscuro.
Quizás si no hubiera aparecido esa chispa de sensualidad se hubiera mantenido en el cuerpo de otro pecaminoso ser… Aunque su historia verdadera remontaba el mismo año en el que la luz era luz y la lobreguez, oscuridad…
Sentía… Aún era consciente de que sentía el impactar de la sangre caer sobre la madera, robusta y decidida madera que no aportaba ya ni solido a una mente tan frágil… tan volátil, tan enfermiza e infantil en algunos caracteres. La dulce melodía de la caja de música sonaba como si de un eco se prendiera y quisiera emitir su inofensivo sonido desplegado sobre las amplias paredes gruesas de bóvedas de cañón y crucería, antiguas de casas francesas… Pero la oscuridad fúnebre solo dejaba ver que la vela con su fuego incandescente alumbraba apenas algo más del vidrio que cubría esta, limitando el oxígeno que la mantenía activa y que solo cedía a alumbrar una mitad de la parte del amplio salón de estar de la mansión….
¿Por qué tanto silencio?... ¿Qué había irrumpido en una habitual vida…?
El mutismo espectral que los muros hacían callar solo dejaba paso a la llamada de la naturaleza que así se proclamaba rabiosa, temeraria y soberbia. Dejando sus estruendos caer sobre los tejados, plantas y personas… Las gotas resonaban y se colaban entre las tejas de la terrenal mansión que daba cobijo a la Madre Humedad, agrietando por despecho los rincones desamparados y anticuados que colmaban las bóvedas, los arbotantes que sujetaban los muros estaban derruidos a los pies de las grandes puertas y cristaleras y el suave color granate de las paredes, los escombros se acumulaban de los cuales las grietas de los pisos dejaban escapar, esos rayos lunares pálidos, asomando por los vanidosos vacíos… El eco sonido de los fuertes latidos del corazón podían incluso hacerse notar traspasar las afectuosas paredes dichosas y arraigas… Aquella sangre derramada no era más que el comienzo.
Los dedos ensangrentados del niño se movían con suavidad para despegarlos de aquel pegamento jurado en rojo, un rojo que pertenecía al flujo vital que circulaba por cada cuerpo desfallecido, tiñendo sus holgados dedos finos cual terciopelo recubierto de un anémico lienzo espectral y frío, pero no era aquello lo que más resoban, el impacto de las aun tibias gotas sobre la madera… Sino su propio acelerado corazón, que luchaba por no caer rendido expectante de lo que sus ojos negaban y su mente ya sabía, como un sueño, una pesadilla a la cual el aire faltase poco a poco a su acelerada respiración… Se alzaba un cuerpo por más inocente, perdido en un mar y sus mareas, la constante bruma conseguía atormentar su cabeza y transportar los pensamientos, hacerlos feroces cual animal, potentes cual titán. Autoritarios… Aquellos cadáveres cuyo fin de vida fue prematuro yacían en el frío suelo, sus órganos esparcidos en profanas formas de sangre hacían que el ambiente cargase un potente olor metálico que perforaba las fosas nasales, vomitivo pero delicioso color vidrioso, brillante cual diamante del mejor quilate. Volvió a mover los dedos para despegarse la sangre de entre ellos, su atónito ser inquisitorio pedía avanzar a un cuerpo que no correspondía el alma, vagando por él, un mero nervio desolado, ¿Qué era aquello sino el comienzo de su tormentosa vida?
Aquellos retazos hicieron que su propia mente se nublase nuevamente y de ese ligero parpadeo volviera a abrir los ojos… ¿Cuántos gramos pesaban esa sonora conciencia? Nunca se había sentido tan perdido. Las ensoñaciones iban tomando forma, aquella vida que había experimentado y que ahora fluía por cada uno de sus poros…